Hacia el encuentro de mi anthropos: la muerte, dinamo estructural de la vida
Laburpena
[ES] El mundo de las representaciones mentales respecto a la enfermedad y a la muerte es el eje de esta tesis. En ella abordo un estudio comparativo de dos culturas: la vasca y la gallega, donde trataré una gran variedad de comportamientos culturales, finalizando con reflexiones sobre los silencios instaurados en el momento de realizar esta investigación (1998 y 1999). El estudio es intergeneracional, el cual nos permite ver la transmisión de aquellos elementos que son activados y los que son silenciados de una generación a otra a lo largo de todo el siglo veinte. Ello nos posibilita tener una visión de conjunto sobre el cambio que se ha producido en la simbolización de la muerte.
En el desarrollo de la tesis, muestro un diálogo constante entre lo individual y lo social, manifestándose sobre todo los procesos tradicionales de curación y reflexiones sobre la muerte, todo ello profundizado desde los arquetipos de la inmortalidad y del milagro. Con relación a la enfermedad, todas las acciones simbólicas que desarrollo me llevan a la conclusión de que somos seres simbólicos por excelencia. Nuestra capacidad de representar y
proyectar, mediante la creencia, partiendo de la propia persona, permite la entrada de realidades en las que, como aquí describo, se transmuta en el cuerpo físico el paso de la enfermedad a la salud, sin necesidad de "entrar" en la enfermedad, sino "invitándola" a salir del
cuerpo.
Siempre dentro del campo de mi investigación, respecto a la muerte, en el contexto cultural vasco veremos comportamientos vigentes hasta la década de los años mil novecientos setenta. La mujer de la casa (etxekoandre) no iba al entierro y sí, en cambio, lo hacían los hombres de
la misma Sin embargo, las almas errantes (Compaña), han dejado una impronta en la mentalidad gallega, donde los difuntos de la casa no están solos, se hallan junto a los de su parroquia, de aquí la comunicación con ellos en el cementerio así como la petición colectiva del
sufragio con los "Autos".
El estudio de la memoria colectiva, en el contexto vasco se sustenta en una síntesis original del Ethos vasco: Enterrar es al hombre como el activar la memoria del difunto en casa es a la mujer. Así se manifiesta en la familia de Aitor Zabaleta, el padre reclama justicia, y la madre es
quien lleva el hijo a su casa constituyendo la casa el lugar por excelencia donde se simboliza la
permanencia del difunto, manifestándose de este modo el substrato de la síntesis original, casa-panteón, de la memoria colectiva vasca. En el contexto cultural gallego, en este fin de siglo veinte, la casa es el lugar premonitorio por excelencia, pero la permanencia del difunto se
halla básicamente en la parroquia, manifestándose de este modo el substrato de la síntesis original parroquia-Compaña de la memoria colectiva gallega.
Respecto a la simbolización de la muerte, en este fin de siglo, ha pasado del diálogo colectivo
de la misma donde existía una fuerte comunicación entre vivos y muertos, a un drenaje individual donde se silencia dicha comunicación en el colectivo y se ha reducido el tiempo de duelo. No obstante, el diálogo entre lo individual y lo social, pese a los silencios instaurados, sigue presente, es así como reflexionamos en esta exposición donde vemos como al final del
siglo veinte seguimos dinamizando la vida en función de la "nueva" simbolización de la muerte. [EUS] This thesis centres on mental representations of sickness and death. It is a comparative study of the Basque and Galician cultures, which examines a wide variety of cultural behaviours, concluding with reflections on the silences established when carrying out this study (1998-99). This is an intergenerational study, which reveals the
transmission of those cultural elements which are activated and those that are silenced when passed from one generation to the other throughout the twentieth century. This offers an overview of how the symbolization of death has changed. Further, the thesis shows a constant dialogue between the individual and the social, played out especially clearly in traditional types of cures and reflections on death, and through the archetypes of immortality and miracles.
With respect to illness, the symbolic actions encountered lead to the conclusions that humans are symbolic beings, per excellence. Our capacity to represent and project, though our beliefs, allows the entry of realities in which the passage from sickness to health is transformed in the body, without having to “enter” into the illness, but rather “inviting it” to exit the body.
Regarding death, in the Basque cultural context one encounters behaviours present until the 1970s. A housewife (etxekoandre) would not attend a family burial but the men of the family would. This collective memory is sustained by a novel synthesis in the Basque Ethos, in which the act of burying the dead is to a man what activating memories of the deceased is to a woman. This is shown in the case of the family of Aitor Zableta, in which the father sought justice whereas the mother brought the body to the family home, thereby symbolizing the permanent presence of the deceased. This illustrates a substratum of the original cultural synthesis, home=pantheon, in the Basque collective memory.
In the Galician cultural context at the close of the twentieth century, the home is the premonitory centre, but the deceased finds her or his permanent place in the parish. This demonstrates the underlying stratum of the original synthesis parish-Compaña (the company of lost souls) in Galician collective memory. The Compaña has left its mark on Galician beliefs, which hold that the dead are not alone but found in the company of those of the parish. This permits communication with them in a cemetery or through the Autos, a collective for the souls of the departed.
Finally, in the late twentieth century the symbolization of death has shifted from a collective dialogue featuring significant communication between the living and the dead, to a private mourning where collective communication is silenced and the period of mourning reduced. Yet despite the establishment of silence, the dialogue between the individual and the social continues, giving evidence that we continue to re-energize life in light of a new symbolization of death.