Abstract
La feminización del catolicismo en el siglo XIX, que debilitó discursivamente a los varones seglares frente a sus madres y esposas, tuvo el efecto contrario entre el clero masculino. El modelo de masculinidad
sacerdotal que se construyó a mediados de siglo se caracterizó por una férrea defensa del celibato, por el estricto control de las pasiones y por la reivindicación de una presencia activa de la religión en la esfera
pública. Este artículo se centrará especialmente en Antonio María Claret, uno de los principales
representantes de la Iglesia española en el siglo XIX.